Benítez, después de entrevistar a todos los involucrados, nos preguntó si es que él podría asistir en calidad de testigo imparcial y objetivo a uno de dichos avistamientos anunciados previa cita. La confirmación de su pedido no se hizo esperar, por lo que el grupo se desplazó el 7 de setiembre de 1974 hacia la localidad de Chilca, en el desierto, a unos sesenta kilómetros al sur de Lima; lugar de repetidos avistamientos y encuentros físicos con los tripulantes de las naves extraterrestres. Allí el hombre de prensa, junto con todos los demás asistentes contemplaron la aparición en el cielo, a baja altura, de dos objetos voladores luminosos. Aquellos objetos fueron considerados no identificados por Benítez, quien de regreso a España, tuvo el valor de declarar públicamente a través de diversos medios de comunicación, entre ellos la televisión española, que él lo había visto y le constaba que el contacto era real. Fue entonces cuando a partir de semejante constatación, aquel grupo de jóvenes hicieron muy popular una técnica de comunicación conocida como la psicografía, que es la escritura automática o telepatía instrumentalizada, mediante la cual el receptor o antena recibe del emisor –en este caso un extraterrestre— una fuerte onda mental o mensaje telepático; y es nuestro propio cerebro el que automáticamente decodifica e interpreta el mensaje, de tal manera que uno percibe como si le estuviesen hablando al oído y en su propio idioma; pero es en la mente donde está ocurriendo todo. Durante la recepción puede darse el caso de que uno se sienta invadido de la necesidad compulsiva de transcribir lo que va recibiendo, de allí el nombre de psicografía.
PREHISTORIA DEL CONTACTO
La historia de cómo empezó todo el contacto demuestra que detrás hubo hilos invisibles moviéndolo todo, así como señales contundentes de una fuerza que nos dirigía, creando la ambientación adecuada y motivándonos a predisponer en nosotros las condiciones de recepción.
En 1955 mi padre conformó junto con un grupo de amigos, miembros –muchos de ellos– de la fuerza aérea del Perú, un instituto de investigación de los ovnis que rápidamente se conectó con las más importantes agrupaciones en el mundo dedicadas a dicho estudio. En ese ambiente familiar, mis hermanos y yo nacimos, crecimos y nos formamos. Él nos enseñó desde pequeños a pensar, no a creer que en un universo tan densamente poblado de estrellas, lo raro no podía ser de que existiese vida fuera de la Tierra, lo raro sería de que no la hubiese… Así, enseñados a enfrentar las cosas con sentido común y como libres pensadores, fuimos desarrollándonos normalmente, viviendo las etapas de la vida, pero siempre inquietos por lo que hubiese más allá.
También mi madre –a la que llamamos cariñosamente «Mochi»— y Rosie fueron involucradas en el entusiasmo despertado por la yoga y la meditación, reuniéndonos continuamente para practicar en la sala de la casa.
No puedo negar que la conferencia me maravilló, y quedé muy entusiasmado con el tema y tan motivado que cuando llegué a casa les conté a Mochi y a Rosie de los alcances y posibilidades que habían sido planteadas aquella noche, y les pedí que me acompañaran en un intento de recepción telepática. Nunca pensé que pudiéramos tener un resultado positivo, pero bien valía la pena intentarlo; y para ello se me ocurrió que podíamos emplear lo aprendido en la yoga, como son las técnicas de: respiración, relajación, concentración y meditación, que nos predispondrían en un estado de receptividad y silencio interior; como para captar cualquier pensamiento que no fuese nuestro. Nos sentamos para ello cómodamente en torno a una mesa; colocamos unas hojas de papel y un lápiz sobre ella, acordando que al primero que le viniese una idea que considerara que no fuese suya, la anotaría; y así, al final uniríamos las ideas sueltas procurando interpretar algún posible mensaje.
Cerramos los ojos y nos pusimos a tomar respiraciones lentas y profundas para realizar una meditación muy especial, pues aquella ocasión concentraba grandes expectativas. Habían pasado unos quince minutos de una muy buena relajación, cuando de pronto sentí un deseo irrefrenable de escribir, y algo se conmovió fuertemente en mí… Se produjo una ansiedad tal, que tuve que abrir los ojos y tomando con la mano el lápiz, la relajé hasta que comencé a garabatear en las hojas de papel de una forma descontrolada, por lo cual me sorprendí y más bien detuve mi mano, ya que sentí algo de temor y todo ello me había puesto muy tenso. Al cabo de un rato que nuevamente me relajé, se repitieron los trazos sobre el papel; pero esta vez ya no eran meras líneas o rayas en distintas direcciones, sino que empecé a escribir a gran velocidad lo que vertiginosamente me iba llegando a la mente. Cuando terminé, aún me temblaba la mano y el brazo, y por largo rato continuaría estremecido por la corriente eléctrica que había sentido que descendía por mi espalda.
Una fuerte presión en la cabeza parecía querer convencerme de la realidad de la recepción, pero mi mente se resistía… ¡No lo podía creer! Tenía delante de mí un supuesto mensaje telepático, una aparente comunicación venida de otro planeta ¡Aquello era una locura!… Al leer el escrito este decía:
«Sala de hogar buena para hacer la comunicación. Me llamo Oxalc, soy de Morlen, ustedes la llaman Ganímedes, una de las lunas de Júpiter. Podemos tener contacto, pronto nos verán».
De inmediato pensé que me había rayado; que estaba alucinando e inventándome cuentos producto de una desbordante fantasía e imaginación. Inmediatamente mi madre y mi hermana abrieron lo ojos, y muy contentas vieron el mensaje, comentándome con alegría, que ellas también habían captado parte de la recepción por lo que sentían que ello era verdadero y no producto de nuestra mente.
Quizá por una cuestión de responsabilidad o de humildad –realmente no lo sé–, no podía compartir su entusiasmo. De inmediato descarté toda posibilidad de que aquello fuese cierto, porque como les decía a ellas: no podía ser tan fácil que se obtuviese un contacto con mentes superiores siendo nosotros gente común y corriente; si fuera así, cualquiera podría llegar a alcanzarlo. Les reiteré allí mismo que para mí, no era otra cosa que un juego de nuestra imaginación, consecuencia probable del ambiente familiar, de la conferencia y de nuestro excesivo entusiasmo. Por lo que muy molesto con la situación, me paré y me dirigí hacia mi dormitorio, deseoso de olvidar lo ocurrido. La actitud de mi hermana Rosie fue todo lo contrario. Ella supremamente satisfecha por lo acontecido —y sin que yo lo supiese– tomó el teléfono y comenzó a llamar a los amigos, empezando por Marinita, narrándole lo que había pasado en aquella meditación. A todos les contaba:
«¡No se imaginan lo que ha ocurrido esta noche!… ¡Sixto se ha comunicado con un extraterrestre! Vengan mañana, vamos a hacer una reunión en casa».
Al día siguiente de la primera recepción, llegaron a la casa cerca de veinte personas entusiasmadas en participar en la improvisada reunión. Cuando me encontré con todos ellos, no podía creer que ya todos se hubiesen enterado del experimento de la noche anterior y de su posterior resultado. Es más, todos los allí congregados me insistían como para que lo repitiéramos. Yo no quería hacerlo porque no deseaba engañarme a mí mismo ni confundir a nadie con cosas que pensaba, debían ser fruto de mi imaginación. Pero tanta fue la insistencia, que para salir de dudas acepté intentarlo nuevamente, para lo cual todos hicimos la meditación aquella segunda noche, y cuanto no sería mi sorpresa cuando al cabo de un rato y a pesar de mi escepticismo, nuevamente sentí el impulso de escribir, por lo que abrí mis ojos y relajando mi mano recibí el siguiente mensaje:
«Sí, Oxalc, soy de Morlen. Pueden hacer todas las preguntas que deseen».
«Vayan el 7 de febrero (era el año 1974) a sesenta kilómetros al sur de Lima, a un lugar en el desierto que se llama Chilca. Allí a las 9 p. m. nos verán».
Cuando llegó el día indicado de la cita, el ambiente estaba muy alterado. Había nerviosismo y en algunos de nosotros una total incredulidad. Sin embargo, a la hora exacta detrás de los cerros se produjo un extraño resplandor. Por escasos segundos se iluminó la noche como si fuese de día. Fue entonces cuando apareció una potente luz que empezó a desplazarse por encima de los cerros hacia la derecha de nuestro punto de observación. La luz se detuvo y el grupo que estaba disperso comenzó a concentrarse, comentando entre todos los que estábamos mirando sin dar crédito a nuestros ojos. Fue en ese instante que alguien gritó:
El avistamiento duró poco, pero lo suficiente como para conmovernos hasta lo más profundo. Y también todos vimos cómo el objeto vertiginosamente se marchó, desapareciendo en la oscuridad del firmamento, dejándonos a todos sumidos en el silencio. Pero ese silencio duró poco, hasta que alguno no pudiendo contenerse desahogó un grito de alegría, por lo que la reacción fue general terminando abrazándonos entre todos, felicitándonos mutuamente por el éxito y por lo contundente de la experiencia vivida aquella noche.
Al cabo de un mes ya éramos ocho personas, entre mujeres y hombres, que veníamos manteniendo contactos psicográficos con los extraterrestres, quienes también eran de sexo masculino y femenino, y de distintas procedencias, actuando todos ellos de forma conjunta en nuestro planeta. Así los nombres de estos visitantes en contacto con el grupo se fueron multiplicando, como por ejemplo: Oxalc, Oxmalc, Olea, Oletano, Xanxa, Godar, Kulba, Sampiac, Meth, Reges, Sum, Oesceve, Antar, Anrar, Asthar, Rumilac, Titinac, etcétera.
Por lo menos una vez al mes salíamos al campo para contactos o encuentros cercanos con sendos avistamientos, los que nos confirmaban que el contacto continuaba y era verificable. Así, una y otra vez las naves hacían su aparición en el cielo, al sur de Lima, lanzando en ocasiones unos extraños fogonazos sobre las colinas, formándose al pie de éstas unos extraños círculos de un color azul eléctrico. En esos momentos captábamos mentalmente que se nos recomendaba que nos introdujéramos en dichas concentraciones energéticas, y que hiciéramos allí aquellas prácticas que habíamos incorporado de la yoga, como eran las respiraciones, relajaciones, concentraciones y meditaciones. Una y otra vez hacíamos lo mismo, y cuando regresábamos a casa aparecían sobre la piel de nuestro rostro, cuello, brazos y manos como quemaduras de sol; como si de pronto hubiésemos estado expuestos al calor de un mediodía soleado. Algo imposible por cuanto las salidas solían hacerse por la tarde o por la noche debido a los estudios en la universidad.
Para el mes de junio del 74, el grupo había crecido tanto que bordeaba el medio centenar, entre parientes, amigos y conocidos que se habían venido relacionando con el tema, deseosos todos de participar en esta extraordinaria experiencia, e increíblemente accesible a la gran mayoría. De pronto, un mensaje marcó un cambio en el proceso. Se nos decía que a partir de la próxima salida debíamos asistir en grupos no mayores de siete personas, procurando un nivel de afinidad y sintonía, como preparación con miras al contacto físico. Ciertamente nos habíamos acostumbrado a ir todos juntos a los encuentros, y a más de uno le pareció mal que se pusieran ciertas restricciones; pero al final se impuso la humildad y la disciplina, que nos llevaba a aceptar lo que no comprendemos cuando nuestro sentir confirma que es para el beneficio colectivo.
Los nombres del primer grupo de siete personas fueron recepcionados por comunicación, así como los detalles de aquella nueva cita para contacto, para lo cual nos preparamos, y llegado el día nos trasladamos una vez más al desierto de Chilca, dejando el vehículo estacionado en el pueblo cercano de Papa León XIII. Desde allí teníamos que ir caminando por entre los cerros hasta un lugar que conocíamos como «La Mina», una cantera de grava abandonada, distante unos quince minutos de la pequeña población. Ni bien empezamos a caminar, se produjo un fenómeno extrañísimo. Empezaba a oscurecer y veníamos todos juntos conversando, cuando de pronto al hacerle una pregunta al compañero que iba a mi lado, este no me respondió y entonces me di cuenta de que estaba solo; y lo que más me sorprendió, fue comprobar que ya estaba en la cantera, unos dos kilómetros por delante del grupo. Como no podía explicarme qué hacía yo allí parado, producto al parecer de un extraño caso de «teletransportación», lo primero que se me ocurrió fue comenzar a correr por donde nosotros solíamos venir, buscando a los demás y procurando encontrar una explicación a lo que me había pasado. Me fui alejando rápidamente del lugar, cuando divisé detrás de una colina cercana un resplandor, por lo que pensé de inmediato que podían ser los compañeros que con sus linternas estaban iluminando esa parte del desierto, donde como sabemos no hay nada ni nadie. Más tranquilo me dirigí en esa dirección, cuando al rodear el cerro me encontré a unos cien metros de una medialuna luminosa de unos diez metros de diámetro, que se encontraba posada en el suelo. Me pegué un susto tremendo de pensar que los extraterrestres ya habían bajado y que me encontraba completamente solo, así que no lo pensé mucho, y me di la vuelta alejándome a gran velocidad. Ya me había olvidado de cómo era que había llegado hasta ese lugar, el asunto prioritario ahora era buscar a los demás y que vieran lo que yo estaba contemplando.
Mientras corría, una desagradable sensación me iba embargando. Era como si tuviese unos ojos sobre mis espaldas observándome fijamente. Me detuve entonces, y al girar sobre mis talones, observé que del interior de la medialuna salía la silueta de una persona levantando un brazo, y fue entonces cuando capté en mi mente como que me llamaban invitándome a acercarme, repitiéndose esta invitación hasta por tres oportunidades, las cuales rechacé debido a que el temor que sentía me había inmovilizado en el lugar.
El que el ser se diera la vuelta y se introdujera dentro de la luz, precipitó que venciera mi temor y me decidiera a acercarme, temiendo más perder la experiencia. Muy cerca de la medialuna luminosa, algo me hizo levantar la vista al cielo, y pude contemplar a unos quinientos metros sobre el lugar, un objeto discoidal con luces blancas alrededor de su base o panza. Entonces pensé que podían ser dos naves, una encima de mí y otra la que tenía por delante. A continuación me fui acercando a la luz hasta que la atravesé, y sentí de inmediato sensaciones de mareos, náuseas, falta de peso y como que mi cuerpo se quemaba. Fue todo ello bastante desagradable pero felizmente duró muy poco. La luz era tan intensa que no podía mirar hacia delante, pero cuando ya pude ver, apareció en frente de mí un ser de apariencia humana de un metro ochenta de altura, con un rostro ancho, pómulos pronunciados y ojos marcadamente oblicuos que daban la impresión de alguien oriental. Se veía que era un ser corpulento de sexo masculino, vestido con un traje brillante como un buzo deportivo. Pero lo que sí me impresionaron fueron sus ojos, que eran los mismos que venían a mi mente cada vez que recibía los mensajes, como si fuese ello una especie de patrón de sintonía, anticipando cada recepción. Este ser se presentó como Oxalc, el mismo que se comunicó con nosotros desde el principio y manteniendo una comunicación mental me explicó que me encontraba dentro de un «Xendra», que es una puerta dimensional, un umbral en el espacio tiempo; y que a través de dicha puerta lo acompañaría a Morlen, la luna Ganímedes, a seiscientos millones de kilómetros de distancia de la Tierra y que gira alrededor del planeta gigante Júpiter. El guía extraterrestre me precisó que el tiempo que pasaría allí no correspondería con el que habría de transcurrir aquí. Me pidió que lo siguiera, y a los pocos pasos a través de la luz, salimos a un lugar que no era el desierto al sur de Lima; al fondo y al pie de unos cerros se veían gran cantidad de cúpulas, construcciones a manera de domos de todo tamaño, todas ellas redondeadas y carentes de ángulos. Según Oxalc, ellos evitan los ángulos porque estos atraen y atrapan la tensión y la negatividad de las personas.
Fuimos caminando por entre las construcciones rodeadas de pequeños pero vistosos jardines, observando a un lado y otro, personas de ambos sexos y algunos niños que iban y venían solos o en pequeños grupos. Según me explicó Oxalc, en su civilización hay división de sexos como en la Tierra, siendo su relación de pareja monogámica, y manteniendo la relación sexual solo para la procreación. Como consecuencia de dicha mística y filosofía de vida, así como por el desarrollo de sus facultades psíquicas, entre las que se encuentran la telepatía y la clarividencia, no se dan divorcios ni infidelidad; es más, tampoco existen en su sociedad elecciones democráticas por cuanto logran detectar en el aura de las personas –que es el cuerpo bioplasmático o cinturón electromagnético del ser–, el mayor o menor adelanto y desarrollo interno del individuo, y así saben quién es la persona o personas llamadas a dirigir y orientar su comunidad.
Oxalc me mostró unos grandes edificios a manera de invernaderos donde ellos reproducen sus alimentos, pero como no tienen tierra vegetal propia son como grandes cultivos hidropónicos. Allí podía observar una multitud impresionante de cultivos y plantas diversas, algunas conocidas, sobre todo cereales, situadas gran parte de ellas en alto como colgadas, dándoles a estas los nutrientes que necesitan.
El guía me llevó en aquella ocasión hacia una construcción en forma de cono truncado de paredes anchas y de un color claro, y en el interior pude observar unas grandes pantallas, pero no se las veía sólidas, sino que sutilmente suspendidas en el aire por delante de la pared, como si fuesen de gas. Allí, poco a poco se fueron proyectando imágenes de lo que según Oxalc podría llegar a ser el futuro planetario terrestre. Esta captación podían lograrla gracias a su elevada tecnología y a la capacidad psíquica de anticiparse a los acontecimientos, que no es otra cosa que la premonición o precognición.
Según los extraterrestres, como el futuro es ley de causa-efecto, este se proyecta delante de nosotros como la consecuencia de nuestros actos pasados y presentes, por ello las profecías son una advertencia y a la vez una oportunidad frente a lo que podría llegar a ocurrir si no hacemos nada para evitarlo o corregirlo. Desde esta perspectiva, el futuro se puede modificar; pero para ello hay que creerlo, porque creerlo es crearlo.
Para cambiar el futuro hay que generar nuevas causas que traigan consigo nuevos efectos que desplacen a los anteriores, cualquier modificación por mínima que sea, traerá consigo un futuro diferente. Porque si el futuro como la vida misma no pudiese ser modificado, ¿dónde estaría lo más sagrado que el hombre ha recibido del Creador, que es su libre albedrío? Por ello hay que trabajar comprometidamente en revertir las profecías negativas, y hacer que solo se cumplan las positivas. Lo que pude contemplar en aquella especie de televisores fue que la tensión mundial se iba a incrementar aún más debido a las guerras internacionales y civiles, produciéndose tal estado mental alterado y negativo en el colectivo de la humanidad, que todo ello podría atraer como un imán una catástrofe natural de grandes proporciones. Y siendo el universo dinámico, estarían acercándose peligrosamente a nuestro mundo algunos asteroides y cometas, que podrían chocar contra nuestro mundo o pasar tan cerca de él, que lo afectarían gravitatoriamente, incrementando la actividad sísmica y volcánica.
Lo que vi fue terrible, pero en todo momento Oxalc me aclaró que aquellas imágenes eran posibilidades que debían ser revertidas, concientizando a la humanidad de la necesidad de crear un estado mental colectivo positivo.
Cuando volví de Morlen a través de la luz del Xendra, para mí habían transcurrido varios días aunque no tenía forma de verificar aquello, porque en aquella remota luna del planeta Júpiter no hay contraste de día y noche; pero cuando salí, aparecí nuevamente en el desierto de Chilca, aún era de noche y estaban recién llegando al lugar mis compañeros.
Confrontando los relojes habían pasado escasos quince minutos desde que me ausentara. Al preguntarme ellos qué era esa intensa luz detrás de mí y dónde había estado todo ese tiempo, preferí no darles mayores detalles, porque ni yo mismo me creía lo que había vivido. A las dos semanas se repitió la experiencia, y esa vez entramos las siete personas a un nuevo Xendra teniendo todos maravillosas vivencias. En los siguientes días y semanas muchas otras personas lo experimentaron de forma individual y colectiva, reproduciéndose una y otra vez las condiciones para los traspasos dimensionales a lo largo de estos años.
Al mes del primer Xendra tuvimos un nuevo contacto, en el que vimos aparecer y descender entre los cerros al sur de la capital, una hermosa nave extraterrestre; acercándonos de inmediato cuatro personas hasta el aparato posado en tierra. Era un disco con patas de aterrizaje a manera de un módulo de comando, como los utilizados por los astronautas en la Luna. La estructura se veía metálica, bruñida y aparentemente sin ningún tipo de remaches; y hasta ligeramente traslúcida, debido a que se observaban como sombras en el interior. De la panza del objeto salía una luz proyectada hacia abajo y una especie de rampa, de la cual vimos descender un ser de unos dos metros y medio de altura, vestido con un traje plateado y con un especie de pectoral negro en el pecho. Su apariencia era la de un hombre blanco muy grande y delgado, con pelo corto de un color cano o gris platinado, como un nórdico (del norte europeo). Este ser nos hizo señas como para que no nos acercáramos más, mientras captábamos en nuestras mentes que nos hablaba diciéndonos que la experiencia de contacto es inducida por ellos, esto es, que son los extraterrestres lo que se comunican con nosotros y no nosotros con ellos; y así como con nosotros, la comunicación es con mucha gente a nivel mundial. Según estos seres, ellos seleccionan a la gente con la que desean conectarse, buscando en estas personas, vocación de servicio y el valor necesario como para compartir el mensaje y la experiencia con otros. Nos dijo también, que la experiencia de contacto iba a tener cuatro fases operativas y activas, a las que les seguirían tres fases más de realización de objetivos.
Las primeras cuatro fases serían:
Estas cuatro fases serían operativas por cuanto el cumplimiento de cada una de ellas traería consigo la apertura de la siguiente; y a la vez, serían fases activas por cuanto estas podrían ser recorridas por muchas otras personas que llegando después, vivirían las misas etapas.1) El Llamado: Consistía en inquietar a las personas a participar de la comunicación y el contacto, para abrir sus mentes a un conocimiento directo y actualizado.
2) Las Experiencias: Demostrarían que el contacto es real y comprobable.
3) La Información: La recepción de información justificaría el esfuerzo del contacto, y confirmaría la importancia de este.
4) La Práctica: Es más que necesaria la concreción práctica del mensaje y de las enseñanzas recibidas, para comprobar así su utilidad en nuestra vida cotidiana.
Las siguientes tres fases llamadas de realización de objetivos, vendrían a continuación de una primera época de gran difusión y expansión de grupos de trabajos, como consecuencia de un proceso de autoselección, quedando para cumplirlas aquellos comprometidos más allá de las etiquetas y organizaciones. Y es que el verdadero compromiso es con el cambio interno y los procesos planetarios que exigen la formación del nuevo grupo de servidores del planeta y de la humanidad. Para esto, los objetivos del contacto serían:
En aquella salida el guía extraterrestre –que se identificó como un ser de Apu, un planeta de la constelación de Centauro, en la estrella Próxima de Centauro–, nos dijo que alternáramos el lugar de las salidas con Marcahuasi, una meseta en los Andes a más de cuatro mil metros sobre el nivel del mar por cuanto aquel sitio estaba cerca de unas cavernas donde se ha guardado parte del conocimiento humano desarrollado en antiguas civilizaciones muy avanzadas. Allí volvimos a tener encuentros directos, en donde los guías nos dijeron que ellos abrirían los medios de comunicación para que el mensaje de nuestra experiencia de contacto llegase a todos aquellos que habían sido preparados de antes. Nosotros no sabíamos a qué se referían con aquello de «preparados de antes»; ni cómo llegaría a cumplirse lo de la conexión con los medios de prensa, pero humildemente lo dejamos a la espera de que todo se diera tal cual.1) La formación de grupos de afinidad y sintonía, trabajando su propio desarrollo interno, individual y colectivo, con miras a elevar la vibración planetaria. En este objetivo debemos considerar a la propia familia como el laboratorio natural de experimentación del amor, e ineludible primer paso hacia nuestro autodescubrimiento, donde nuestra experiencia de crecimiento interactúa con la de los demás en una común unidad mental. Y es en el primer grupo familiar donde por primera vez y de forma real uno aprende a tolerar, comprender, respetar y perdonar, o sea a amar. Si practicamos el diálogo y la unidad en la diversidad de caracteres en casa, procurando todo lo que nos une y no lo que nos separa, podremos como segundo paso extender este proyecto a los amigos y conocidos quienes rodean nuestro núcleo íntimo; y en la medida de que esta vivencia se extienda, podremos globalizarla, sembrando esperanza en el planeta, lo cual será el tercer y definitivo paso en nuestro crecimiento.
2) Hacer énfasis en lo espiritual. Este es uno de los objetivos básicos, pues la humanidad se encuentra en la actualidad en una crisis de valores, carente de fe y esperanza en sí misma por el desaliento y la decepción frente a los líderes e instituciones. Ahora más que nunca se necesita enfatizar lo espiritual y corregir el divorcio existente entre la ciencia-tecnología y la espirititualidad-humanismo. Y es que la verdadera espiritualidad es una actitud frente a la vida, es la búsqueda de lo trascendente en todas nuestras relaciones, aquello que no solo nos pueda acercar a Dios en nuestro interior sino a esa esencia divina que hay en todo y en todos.
3) Preparar a la humanidad frente a una posible catástrofe. Pero no precisamente advertir de un cataclismo material, puesto que vivimos en un planeta inestable y los desastres naturales son una característica propia; sino más bien, un catastro de fe generado por una serie de acontecimientos que provocarán una situación irreversible de cambio que vendrá acompañada de un gran desembalse de información por parte de los gobiernos y las religiones. Información y conocimientos que han estado ocultos debido a intereses creados. Y esta liberación producirá una crisis cultural, científica, política y religiosa sin precedentes, que generará modificaciones radicales en el panorama mundial, y muchos no lo soportarán.
4) Llegar a tener contacto con la Hermandad Blanca de los Retiros Interiores del planeta. Esta conexión es muy importante por cuanto la Hermandad Blanca –compuesta originalmente por seres extraterrestres y luego por sobrevivientes de la Lemuria y la Atlántida–, mantiene a lo largo del mundo, una red de túneles y galerías donde guarda los archivos de la real historia planetaria, con miras a hacerla accesible a los sinceros buscadores de la verdad en el momento que la humanidad alcance su madurez.
5) Recibir el Libro de los de las Vestiduras Blancas o registro Askáshico planetario. Esto significa acceder a los archivos del Plan Cósmico con respecto al papel y la misión que tiene la Tierra y también llegar a conocer la historia de nuestro propio proceso, para comprenderlo y asumirlo consciente y responsablemente.
Benítez, con su reconocida agudeza nos aclaró que si como decían nuestros mensajes, estos seres deseaban darse a conocer y demostrar que el contacto era real, la única forma seria, sería la presencia de periodistas en un encuentro anunciado previa cita. Porque las fotografías pueden ser fácilmente trucadas y, los testigos, aunque haya muchos no es garantía alguna por cuanto no suelen ser testigos imparciales y objetivos. Fue entonces cuando mi hermano Charlie recibió esa importante comunicación psicográfica en la que se lo invitaba a Benítez a un contacto programado, el mismo que ocurriría el 7 de setiembre de 1974.
El que fuese mi hermano el que recibiese aquella trascendental comunicación nos recuerda que el contacto es una experiencia compartida, colectiva y de grupo; y que si estos seres hubiesen querido que una sola persona recibiese comunicación, lo habrían dicho desde un inicio. Pero ellos saben que los seres humanos tenemos el ego a flor de piel, y que cuando todo gira en torno a una sola persona, muy rápidamente perdemos el sentido de la proporción y el punto de equilibrio, creyéndonos luego únicos e indispensables; y hasta pensando que el contactado es más importante que el contacto, o mejor dicho: que el mensajero está antes que el mensaje lo cual es un error garrafal. Esto obviamente lleva a la pérdida inmediata de la conexión cósmica si es que alguna vez realmente la hubo, llevando a quienes no lo saben corregir a tiempo, a los más disparatados desatinos y delirios.
El contacto se dio tal cual se había anunciado, apareciendo en el cielo de Chilca dos objetos luminosos haciendo evoluciones uno en torno del otro. Y tal fue la impresión que se llevó con ello Juan José Benítez, que de regreso a España no solo lo publicó en todos los diarios y revistas –dando su valiente testimonio–, sino que testificó directamente a través de la televisión española. Al poco tiempo este audaz hombre de prensa, publicó su primer libro: «Ovnis: S.O.S. a la Humanidad», siendo de inmediato un éxito de librería, y desatando una espectacular moda contactista, que también produjo sus inconvenientes. Al año siguiente, Benítez regresó a Lima con Miguel Mujica, otro periodista de la Agencia EFE y asistieron a un nuevo encuentro programado, pero esta vez en una playa al norte de Lima llamada Ventanilla, repitiéndose los avistamientos. De esta nueva observación surgió el libro: «Cien mil kilómetros tras los ovnis».
A partir de la difusión que hizo Benítez de la experiencia de Perú, el mensaje del contacto se difundió por más de treinta y cinco países, multiplicándose también las comunicaciones y las experiencias de avistamientos. Gran parte del éxito de la difusión se debió también a la labor de unos pocos aceptando las continuas invitaciones de medios de comunicación, grupos y personas interesadas, viajamos con mucho sacrificio por todo el país y por el mundo, compartiendo lo que hemos vivido y venimos aprendiendo, reproduciéndose en todas partes, los encuentros cercanos, y demostrando con ello que el contacto es accesible a todos porque está siendo facilitado por los mismos extraterrestres, que lo inducen, y que no depende de un lugar para darse sino de la preparación de las personas, para sensibilizarse y mantenerlo.
La primera vez que tuve la oportunidad de subir a una nave fue en abril de 1986 –a los doce años de iniciado el contacto–, y fue a raíz de una comunicación que recibió mi esposa, Marina. Después de contrastar dicha psicografía con otros mensajes –asegurándonos su exacta procedencia–, me dirigí a Chilca con algunos compañeros.
Ya en el desierto, vi aparecer en el cielo un objeto luminoso, que proyectó un haz de luz que cayó de forma oblicua sobre mi persona. De un momento a otro me sentí libre de peso y alzado en el aire. No pasó ni un minuto en que se fue cerrando debajo de mí, una especie de tapa de alcantarilla de unos tres metros de diámetro. Y ni bien fue bajando la intensidad de la luz, pude ver que esta procedía de un gran cristal en forma de rombo suspendido de un techo abovedado. Al apagarse definitivamente la luz quedé en una cierta penumbra, y fui depositado sobre aquella tapa circular que poseía tres círculos concéntricos. De pronto, me encontré en el centro de un salón circular con luces rectangulares rojas alrededor, mientras que el piso parecía un espejo. Tenía el cuerpo agarrotado por la tensión y por el natural temor a lo desconocido, pero cuando fui recuperando mi propio control, ubiqué hacia el lado izquierdo de donde me encontraba –ligeramente por encima del nivel del suelo–, lo que parecía ser una puerta ovalada abierta, de donde salía una intensa iluminación. Me dirigí hacia allí y palpando en la oscuridad encontré una rampa de acceso, por lo que me subí en esta, acercándome hacia la puerta y cuando llegué a ella, me detuve y me puse de espaldas a la pared, tomando respiraciones lentas y profundas. La idea era hallar en mí el valor como para mirar a través del umbral. Cuando me decidí a hacerlo, miré y observé que allí había una habitación hexagonal con un falso techo compuesto por pirámides invertidas de ancha base cuadrangular de un intenso color naranja. El piso era como de un color amarillo mostaza, y a un lado y al otro habían tres niveles de pantallas, dando la impresión de ser aquel lugar como una sala de control y monitoreo, como en los estudios de televisión. De las paredes salían una especie de escritorios blancos llenos de discos brillantes, y la mismísima luz de la habitación parecía salir de las paredes ya que no se veían focos. En el centro de aquel cuarto había dos grandes cilindros, que lucían de la mitad hacia abajo oscuros, y de la mitad hacia arriba romos y transparentes como si fuesen de vidrio. Observando en su interior, percibí unos tubos metálicos conteniendo fragmentos de minerales.
Me dirigí luego hacia los escritorios del lado izquierdo, y no sé cómo fue que me atreví a colocar mi dedo sobre uno de los discos brillantes que se hallaban en los escritorios al pie de las pantallas; y al hacerlo sentí como la sensación del hielo seco, no apareciendo imagen alguna en los aparentes monitores. Pero cuando quise retirar mi dedo, no lo podía hacer. Lo tenía pegado allí, incrementándose en mí un dolor como si se me despellejara la piel y hasta sentía que se me acalambraba el brazo, como cuando se interrumpe el fluido sanguíneo. En ese momento comencé a sudar frío pensando que de pronto entrarían los extraterrestres, y me iban a encontrar con el dedo puesto en sus controles. Cuando pensé en ellos más que en mi incómoda posición, pude despegar mi dedo del panel y alejarme hacia el centro de la habitación; allí dije en voz alta, que si me habían invitado, dónde estaban entonces. Fue en aquel instante que se abrió frente a mí como una puerta y aparecieron delante de una potente luz, las siluetas de cuatro seres de estructura humanoide, uno de ellos alto y corpulento, mientras que los otros tres se los veía más pequeños y delgados.
El más alto empezó a avanzar hacia mí, mientras que los otros tres permanecían estáticos detrás; y llegando muy cerca de mí, se detuvo, pudiendo contemplarlo al detalle. Era una persona impresionante. Su sola presencia me hacía sentirme en paz y armonía. Lucía este ser un traje brillante pegado al cuerpo que le cubría completamente, exceptuando su rostro y las manos. En él se destacaba una bien formada constitución robusta de varón; mientras que su rostro sereno de rasgos orientales daba la impresión de un hombre de unos cincuenta años.
De pronto me empezó a hablar en perfecto español, sorprendiéndome, por cuanto en todos los anteriores encuentros físicos siempre se había comunicado mediante señas con las manos y mensajes telepáticos. Pero esta vez me habló y me dijo que no tuviese temor, que estaría una hora con ellos. Mientras él se dirigía a mí, los otros tres seres –que vestían el mismo tipo de traje que el que me hablaba–, se desplazaron por el interior de la habitación de tal manera que pude observarlos: eran bajos con cabezas grandes y ovaladas, en relación con su cuerpo delgado; sus brazos largos terminaban en manos que llegaban a la altura de las rodillas y que mostraban largos dedos. Tenían un rostro blanco como la nieve, con grandes ojos oscuros hundidos en un rostro inexpresivo. La nariz solo eran dos orificios, y el labio superior cubría al inferior de tal manera que parecía que no tenían boca. Al pasar uno de ellos cerca de mí, sentí que no tenían vida como la nuestra, sino que eran una especie de androide o de robot. Este ser que se nos acercó, traía entre sus brazos algo que inicialmente me pareció una caja rectangular metálica, pero después la aprecié mejor y vi que eran unas largas planchas metálicas con unos anillos en los extremos. Las planchas estaban llenas de extraños símbolos que me hicieron recordar los «neumas» o símbolos del canto gregoriano medieval.
Al tener delante de mí esta especie de libro compuesto de planchas metálicas, el ser alto me dijo que allí estaba parte de la historia de la Tierra. Pronto –según él– la humanidad llegará a conocer que somos parte de un proyecto cósmico y el resultado de múltiples y sistemáticas intervenciones extraterrestres a lo largo de nuestro pasado.
Esta experiencia en el interior de sus naves se repitió por dos veces más en 1987, una acompañando a estos seres a una base submarina frente a las costas del Perú durante tres horas treinta, y luego en un increíble viaje en su nave a Morlen durante dos días en la Tierra, pudiendo conocer una ciudad en Ganímedes donde se encuentran alrededor de doce mil personas, que han sido extraídas de nuestro mundo, rescatados en los últimos trescientos años de lugares como el Triángulo de las Bermudas o de las manos de civilizaciones que no han venido con buenas intenciones. Toda esta gente está siendo preparada para ser devuelta a nuestro mundo a manera de una infiltración positiva, para ayudar al gran despertar de conciencia y al cambio, accediendo estas personas con el tiempo, a medios de comunicación y puestos de poder donde una acción o decisión positiva es más que necesaria y urgente.
La última vez que nos acompañaron periodistas a un encuentro programado –anunciado este con seis meses de anticipación–, fue entre los días 2 y 7 de agosto de 1995 en la playa Las Brujas, en el kilómetro setenta de la panamericana sur en Lima; saliendo publicado por la prensa los testimonios de los cientos de personas reunidas en esa ocasión, que fueron testigos de los avistamientos, y de los acontecimientos extraños y contundentes acaecidos allí. Entre los asistentes se contaron muchos periodistas nacionales y extranjeros, así como la policía de una localidad cercana que también contempló el fenómeno.
La narración al detalle de todos estos acontecimientos, al igual que los extraordinarios viajes grupales para contactar con la Hermandad Blanca de los Retiros Interiores efectuados en los últimos años, se encuentran compilados en mis anteriores libros: «Los Guías Extraterrestres», «Contacto Interdimensional» y «El Umbral Secreto». Hoy por hoy el contacto continúa, y se halla dirigido al cumplimiento de los objetivos más profundos y las realizaciones más positivas y ambiciosas dentro de lo espiritual, en medio de un panorama mundial con grandes cambios positivos, y con una humilde pero creciente luz de esperanza al final del camino, consecuencia del trabajo comprometido de tantas personas, dando lo mejor de sí durante las últimas décadas y a las que aprovecho la oportunidad para rendir un respetuoso homenaje.
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