martes, 17 de diciembre de 2024

El Plan Cósmico 17 - Egipto y el Recuerdo de Orión




Al haber fracasado el Proyecto Sumerio, los Instructores Planetarios decidieron trabajar sobre una élite de individuos en la actual Meseta de Gizeh. Así surge el Proyecto Egipcio, en un escenario que ya había recibido visitas de Vigilantes extraterrestres, en tiempos de la Atlántida.

Antes de la presencia del «primer faraón», Menes, que habría aparecido en escena hacia el año 3100 a.C., en Egipto vivían los «dioses». Al menos eso es lo que se rastrea en el país del Nilo, en una época llamada Zep Tepi, en donde habitaba una raza de seres hermosos llamada Neteru y que, literalmente, significa «Vigilantes». También se habla de una suerte de híbridos o mestizos entre los dioses y los seres humanos en aquellos tiempos. Nos referimos a los Shemsu-Hor o los «Hijos de Horus» —¿los atlantes?— mencionados a todas luces en el conocido Papiro de Turín. Sin embargo, este relato es tomado por los historiadores tan sólo como un mito, ya que los copistas hacen clara omisión en sus escritos de aquellos primeros tiempos en donde los dioses se mezclaban con los hombres. Afortunadamente, sabemos al menos, que los «dioses» venían de un lugar específico: Orión.


EL MISTERIO DE ORIÓN

Orión es tal vez la más bella y la más impresionante constelación de todo el cielo.

Los científicos terrestres la ubican entre unos 300 y 1.500 años-luz de distancia. De manera clarísima, se levantan las dos estrellas de los hombros, Betelyeus y Belatrix, las tres estrellas del cinto, Alnitak, Alnilam y Mintaka, conocidas como las Tres Marías o los Tres Reyes Magos, y las dos estrellas de los pies, Saif y Riyel.

El objeto más precioso de la Constelación de Orión es la famosa Gran Nebulosa de Orión. Tiene la denominación del catálogo Messier M42 y se halla a unos 1.500 años-luz de distancia.

Aunque la constelación se encuentra tan lejos, no tenemos que emprender un viaje tan largo para comprender el enigma que se esconde tras ella. La respuesta la encontramos en nuestro mismo suelo, ya que podemos rastrear sus huellas en los emplazamientos arqueológicos de las más remotas civilizaciones que, poseedoras de un sospechoso conocimiento astronómico, alinearon sus templos y obeliscos hacia las estrellas, de donde venían sus «dioses». Una clave para comprender las visitas extraterrestres a nuestro planeta y su conexión con la dinámica del Plan Cósmico.

Volviendo a Egipto, vemos que en los «primeros tiempos», en la época denominada Zep Tepi —como decíamos cuando esos «dioses» vivían en la Meseta de Gizeh—, se guardaba un conocimiento «llave» que hoy en día se puede olfatear en las tres pirámides que se alzan como testigos silentes de un pasado cósmico. Quizá, no tan mudos que digamos, si es que sabemos escuchar.

Ya en 1994, Robert Bauval, un ingeniero belga aficionado a la astronomía, lanzó una certera pedrada a la frente de la egiptología ortodoxa al demostrar que las 3 Pirámides de Gizeh estuvieron alineadas con las 3 estrellas del Cinturón de Orión hace 12.500 años. Y aunque tirios y troyanos se rasgaron las vestiduras, la tesis de la Correlación de Orión ha venido ganando mayor terreno en el ámbito científico.

¿Por qué apuntar las pirámides a Orión? ¿Quiénes estaban mirando a los cielos hace más de 12.000 años? ¿Cómo pudieron ser construidos estos gigantescos monumentos con tal precisión, si se supone que por esta época no existían civilizaciones representativas?


EL ROSTRO DE MARTE, MALDEK Y ORIÓN

Por la década de 1980 se puso de moda una imagen que tomó la sonda estadounidense Viking (1976), en su misión a Marte. Esta imagen muestra lo que parece ser un rostro humano, o al menos, casi humano. Muchos argumentaron que era simplemente un juego de luces y sombras, lo que hacía que se diera o se reflejara esta supuesta similitud en el suelo del planeta rojo. Para asegurarse si esto era realmente un rostro o una coincidencia del momento de la captación de la imagen, en 1998 y 2001, se encargó al Mars Global Surveyor volver a fotografiar profundamente esta región identificada como Cidonia. Los resultados habrían demostrado concluyentemente que un gran porcentaje de los rasgos de la llamada «cara» se debían a un juego de luces y sombras, desbaratando cualquier insinuación de una construcción deliberada o simbólica. A menos, ello es lo que la NASA pretendió hacer creer al mundo, para librarse del molesto rostro marciano.

Lo que no se dieron cuenta los científicos en ese momento, fue que, de tanto tomar fotos a esta determinada zona, ellas nos revelarían algo aún más sorprendente. A primera vista, parece ser una región más del rocoso planeta, pero al prestar atención a diferentes «yacimientos» que aparecen dispersos sin ninguna relación aparente, se ha podido encontrar que estos «puntos» encajan perfectamente con la representación de la Constelación de Orión, y de sus vecinos, el Can Mayor (incluyendo Sirio) y Can Menor.

¿Acaso, de la misma forma como fueron ubicadas las pirámides en Egipto, «alguien» las ubicó en Marte? Recordemos que los Guías nos han dejado saber que se establecieron colonias atlantes en Marte, así como en Maldek. Y si en nuestro mundo las construimos como estabilizadores tras la destrucción del Quinto Planeta, ¿por qué no pensar que en Marte, vecino directo de Maldek, pudieran haber hecho lo mismo?


LAS PIRÁMIDES

Sea como fuere, resulta curioso observar que los egipcios llamaban a las pirámides IJET, que significa «Luz Gloriosa». Para los mayas, sus pirámides se denominaban PIRHUA AMENCO, que se traduce como «Revelador de Luz». En Sumer, sabemos que a los zigurats o pirámides escalonadas, se les llamaba ESH, que significa «Fuente de Luz». Quizás por ello, la palabra PIRÁMIDE (PIRA = Fuego o Luz; MIDE = Medida), también significa «Medidor de Luz o Energía».

Las pirámides egipcias habrían sido construidas por el pueblo, bajo la supervisión de los atlantes, entre ellos, Hermes Trismegisto, o Thot, hace unos 12.000 años, y no como lo aseguran los egiptólogos, hacia el 2.500 antes de Cristo. Ellas tenían como función la de estabilizar el planeta debido a los desfases de su eje y los impactos ya mencionados. Se necesitaban como un condensador de energía, teniendo inicialmente puntas de cristal de roca.

Ahora bien, pese a todo este legado de informaciones y asistencia cósmica, finalmente, el Proyecto Egipcio, no prosperó. Los intermediarios o sacerdotes empezaron a manipular el conocimiento que, con el transcurrir del tiempo —y ya con la ausencia de los extraterrestres instructores—, se fue perdiendo y deformando.

Ello se refleja, inclusive, en las propias construcciones egipcias. Por ejemplo, las que corresponden a las épocas más antiguas lucen ciclópeas y perfectas. Sin embargo, las edificaciones más tardías, en vez de denotar una evolución, parecen un burdo remedo del pasado estelar y atlante de Egipto. Estelar, por la presencia extraterrestre, y atlante porque fue fundaba por supervivientes de la Atlántida. Y, por si todo esto fuera poco, en el remoto pasado de Egipto se habría producido, también, una influencia de las fuerzas oscuras, procurando usar el poder de las pirámides para liberar a los deportados que yacen atados a la Tierra por los Cristales-Prisión. Y, aunque ello no llegó a concretarse, fue un episodio oscuro que enfrentó la civilización egipcia.

El Proyecto Egipcio sería finalmente abandonado, y la Confederación Galáctica creyó oportuno cambiar el modo operante de instrucción y asistencia a la Humanidad de la Tierra. Ahora, no se trabajaría sobre un grupo dirigente de humanos, sino sobre un individuo. Un ser humano sensible y especial...

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