viernes, 20 de diciembre de 2024

Jesús, el Hijo del Hombre

Jesús fue una persona de nuestro planeta, no un extra-terrestre, mas bien un terrestre-extra, que a través de múltiples encarnaciones alcanzó un alto nivel de Evolución. Ya no necesitaba encarnar, sin embargo, por amor a la humanidad aceptó volver como el «Maitreya» o Buda de la Compasión, para compartir su iluminación y guiar a la Humanidad hacia la paz y la verdadera felicidad del Amor y Servicio.

Era muy importante que alguien de ese nivel viniese y nos recordara la gran expectativa a nivel cósmico que pesa sobre nuestro planeta. Por ello, él vino una vez más, dejando atrás su lugar como Gran Señor de Shambhala, ya que se encontraba espiritualmente dirigiendo a la Gran Hermandad Blanca de la Tierra en el Intramundo.

Jesús era un ser humano extraordinario que progresó con gran esfuerzo a través de sus diversas existencias en nuestro planeta. El Mesías llegó al nivel de no sólo aceptar volver, sino prepararse para sufrir en carne propia lo que es la Purificación Planetaria, mediante pruebas muy duras en lo material, moral, psíquico y espiritual. Las máximas pruebas a las que estuvo sujeto, se canalizaron por medio de la inconsciencia, la incomprensión, el egoísmo, la ignorancia y la necedad de los demás, que en resumen no es otra cosa que el miedo al cambio y la transformación. Pero sólo así se podía sacar a la Humanidad del error y hacerle recordar su responsabilidad colectiva, mostrando como alternativa el ejemplo de Compresión y de Amor sintetizados en el Perdón, que llega a ser una fuerza tal, que supera incluso la muerte física y da poder espiritual sobre la materia.

Él tenía que conmover a otros iniciando una reacción en cadena de espiritualidad, motivándonos con su ejemplo y actitud a intentarlo también, trascendiendo los esquemas y perjuicios, los dogmas y todo aquello que resta libertad a la mente, al Alma y al corazón. Además, la vida de Jesús fue una lección de sencilla y práctica espiritualidad, en donde la enseñanza más profunda fue recordarnos nuestro lugar; aquel sitial que nos ha sido asignado por las Jerarquías en el Plan Cósmico.

La Tierra, como ya sabemos, se encuentra en un Tiempo Alterno respecto al Real Tiempo del Universo, por lo cual, la presencia de Jesús —también llamado el Señor del Tiempo, por su dominio y autoridad sobre la Cuarta Dimensión, producto de su avance espiritual— permitió comenzar a reconectar los dos Tiempos, asegurando con ello una continuidad en el proceso, ya que los acontecimientos presentados en nuestro mundo estaban complicándose cada vez más, escapando de cualquier control u orientación posible de parte de los Vigilantes Extraterrestres. Así, las posibilidades de un reencuentro disminuían, lo que podría ocasionar una paradoja espacio-temporal que llevaría a la inmediata supresión del tiempo y proceso terrestre. De ahí que, en los Planos Elevados se solicitara un voluntario para encarnar como Misión por la Humanidad, por el Plan y por la Conexión Cósmica, señalando el camino a seguir. Y ése fue el Real Ser de Jesús.


MARÍA, LA VIRGEN

María era un Espíritu nuevo, condensado de lo más precioso del Estanque Cósmico, donde se destilan las energías de los Reinos de la Naturaleza para constituir un Espíritu o Esencia humana; una síntesis del Espíritu Planetario; alguien que por su elevada fuerza y sencillez estuviera dispuesta humildemente a aceptar ser parte de los designios de lo Alto. María, simbólica y efectivamente, representó la parte femenina, incorporando en ella la energía y el Espíritu Planetario que se expresa en la Naturaleza o en lo que llamamos la «Madre Tierra». Ella representó la Tierra, y Jesús al Cielo o al Cosmos, porque él se preparó durante una buena parte de su última existencia material para incorporar a lo largo de los 3 años de vida pública a un ser de otra Dimensión; una entidad exterior con quien coexistió durante la parte final de su vida misionera. Y luego, esa misma Entidad lo dejó solo ante la prueba de la cruz, para que sellara su misión por propio mérito.

El caso de María, la Virgen, es, desde sus remotos antepasados y especialmente desde sus padres, Joaquín y Ana, también el de una persona programada. Sus padres, estériles, eran seres de un alto grado de conciencia y espiritualidad, que se comprometieron a crear las condiciones como para que viniera a través de ellos un ser especial que pudiera servir para un plan mayor. Por eso desde niña fue una virgen ofrecida y dedicada al templo, por lo que en su caso jamás tendría relaciones sexuales con algún hombre.

Tras la resurrección de Cristo, María fue el elemento cohesionador de toda la comunidad cristiana, y al morir fue elevada a Dimensiones Superiores, encarnando en otros planetas y volviendo en los últimos siglos en Naves Interdimensionales de la Confederación para guiar el Despertar Colectivo.

Pero volvamos a sus comienzos, diciendo que cuando José se desposó con ella, era un anciano y viudo. Tenía varios hijos, algunos de ellos mayores en edad que María. Él pertenecía a la Tercera Orden de los Esenios que la constituían los Matrimonios, por lo cual tenía una formación religiosa muy profunda y aceptó —muy a pesar de las críticas de los sacerdotes esenios del templo—, la solicitud y las recomendaciones de los aislados para que desposara a María bajo condiciones distintas a las usuales. En el templo, una serie de sucesos paranormales, así como presencias angélicas, llevaron a los sacerdotes a percibir que aquella niña había venido con una misión especial, por lo que su matrimonio lo aceptarían como una apariencia, y que debía darse para protegerla hasta que se aclarara para lo que estaba destinada.

Por vía astral o de los sueños, José, hombre justo y sabio, fue advertido que el embarazo de María era algo programado desde lo Alto, por lo que su parte en el Plan era de darle cobijo, orientación y ayuda. Sólo así se podía dar cumplimiento a lo que estaba previsto. Entonces, más que un matrimonio, fue una suerte de adopción.

Su embarazo se llevó a cabo por medio de una inseminación artificial a distancia, disponible mediante una tecnología como para efectuar una transmisión electromagnética. Y reiterando su naturaleza humana, el semen utilizado correspondía a un banco de esperma que contenía los aportes de los más importantes representantes de la historia bíblica como Abraham, Isaac, Jacob y Moisés entre otros. De entre todos ellos se seleccionó uno adecuado, porque tenía que ser un cuerpo muy especial que resistiera esa Entidad y energía que a través de él debía actuar.


LLEGANDO A BELÉN

Era la tercera semana del mes de Marzo del año 7 antes de Nuestra Era en la región de Judea. Empezaba a calentar el ambiente, y ya los pastores sacaban su rebaño de noche, aprovechando el alejamiento de los fríos invernales. Hacía tan sólo unas horas que toda la familia de José se había refugiado al amparo de una gruta utilizada para resguardar el ganado del viento.

María acababa de cumplir sus 14 años, y ya estaba esperando un hijo cuya concepción estaría envuelta en el misterio para todos, pero no para ella, que había aceptado ser fecundada a distancia por una insólita luz. El cansancio y los dolores de parto se estaban intensificando, lo que había apurado a aquel pequeño grupo emparentado por las circunstancias, a buscar refugio para recuperar fuerzas. El haberse detenido les había impedido alcanzar la cercana población de Belén, cuna del Rey David. La noche ya estaba cayendo y era peligroso continuar.

Angustiado por los requerimientos de atención de la joven, José envió a algunos de sus hijos a buscar una partera a Belén. Pasó un largo rato y como no volvían, la urgencia lo hizo que enviara al resto para acelerar la llegada de la comadrona. Se quedó así solo con la parturienta, solo para ser testigo de eventos extraordinarios...

En su desesperación, aquel hombre justo que había tenido que soportar todo tipo de habladurías y hasta el juicio de los sacerdotes por hacer caso a una visión en sueños donde se le pidió aceptar un Plan Superior en torno a la extraña concepción, salió de la cueva y se puso a mirar a la distancia, y luego, ligeramente más relajado, al cielo. Allí contempló la presencia de un hermoso lucero en el luminoso firmamento estrellado. Pero éste lucero no se mantuvo quieto, sino que empezó a hacer toda suerte de movimientos en zig-zag; y luego se colocó en la vertical donde él se encontraba, empezando a descender vertiginosamente acompañado de una explosión, liberando un extraño vapor a manera de niebla, transformándose rápidamente en una nube, pero clara y brillante.


EL NACIMIENTO DEL MESÍAS

La caída de aquel cuerpo celeste fue demasiado para José, que huyó sin rumbo fijo, alejándose del lugar, llegando precipitadamente a unas colinas cercanas donde había divisado un fuego encendido. Allí se encontraban un grupo de pastores cerca de sus animales. En su angustia, ni siquiera se presentó, sólo quería llamar su atención para que vieran como la nube había descendido sobre el improvisado albergue de la gruta. Aún no había recuperado el aliento ni se había calmado del primer susto cuando, al hablarles a gritos a aquel grupo de hombres rudos, observó que las flamas del fuego estaban quietas, el viento se había calmado, los pastores estaban estáticos, inmóviles y el ganado tenía la hierba en la boca pero no la estaba comiendo, ni se movía.

Era como si el tiempo se hubiese detenido para dar cabida a una nueva realidad, la de la Esperanza. Se había formado un Portal hacia la Cuarta Dimensión. En ese instante, era como si el Universo hubiese descendido en la Tierra como comprimiéndose sobre su cabeza y dejando a continuación sólo una ventana hacia la nada o hacia el todo. El susto fue mayúsculo para José, que inmediatamente recordó haber dejado sola a María, por lo que volvió por donde había venido, tan rápido como se lo permitían sus cansadas piernas.

Al irse acercando pudo contemplar cómo, de la nube —que se mantenía a unos 10 metros por encima del suelo, pero cubriendo la mayor parte de la cueva—, descendió un haz de luz azul brillante y a través de él, bajaron 3 seres luminosos de apariencia humana, pero muy altos en comparación de los extranjeros que solían venir por los caminos de aquella provincia romana. Aquellos hombres de resplandecientes túnicas blancas, se dirigieron directamente hacia el interior de la cueva, y José, venciendo sus miedos, fue detrás de ellos. Adentro estaba María, acostada sobre la paja que servía de granero al ganado. Ella recibió con expectación y alivio a aquellos enviados del Cielo. La carga de la responsabilidad y de la incomprensión de los demás a lo largo de los meses después de que se conoció su embarazo había sido insufribles. Pero ella confiaba que, llegado el momento, sería reconfortada.

Dos de los luminosos seres se colocaron a los lado de la joven, mientras que el del medio se mantuvo frente a ella. Inmediatamente los tres visitantes se inclinaron ante María, en señal de respeto y reconocimiento de su persona y su sacrificio. Ella estaba representando y a la vez encarnando a la Nueva Mujer, a la Nueva Tierra, a la Madre Cósmica.

Aquellos que se encontraban en los laterales extendieron sus manos a cierta distancia por encima del vientre de ella, mientras que aquel que se encontraba al frente lo descubrió respetuosamente. Luego alzó sus manos, juntando las palmas y separando los dedos. En ese momento, una poderosa energía a manera de esfera de luz se concentró entre las manos y, al descender con ellas hacia la joven postrada, efectuó una cesárea totalmente aséptica, extrayendo del interior de la madre al niño predestinado; cortando de inmediato con la misma energía movilizada el cordón umbilical y procediendo de inmediato a limpiarlo, lo depositaron en los brazos de la madre. Luego, aquel que llevó a cabo la operación selló la herida con la luz, de tal manera que María, la Virgen del Templo, fue virgen antes, durante y después del parto. Era un 19 de marzo.

Que Jesús naciera años antes de lo que tradicionalmente se supone, es un hecho que está sustentado por diversos antecedentes históricos. Ello se ha determinando a partir de dos supuestos errores detectados en los documentos en donde se asientan los acontecimientos.

El primer error se cometió cuando el Emperador Carlomagno dispuso la modificación del calendario con el fin de no tomar como referencia la fundación de Roma, sino el nacimiento del Salvador, fecha que hizo coincidir con la muerte de Herodes el Grande, siendo que ésta tuvo lugar 3 años después que Jesús llegase al mundo. El segundo error data de la época del Papa Gregorio XIII. En este caso, el calendario sería modificado sin tener en cuenta el censo que Octavio Augusto mandara a realizar en Judea, por lo cual se añadieron 4 años a la ya desfasada fecha.

Jesús tampoco nació en Diciembre. La confusión viene de que el día 25 de Diciembre se celebraba en Roma la Fiesta Pagana del Sol, ocasión en que se hacían regalos a los niños. Al convertirse el Imperio Romano al Cristianismo, para no perder la costumbre de celebrar esa fecha y al desconocer el día exacto del nacimiento de Jesús, éste se sobrepuso quedando estrechamente relacionado con aquella fiesta popular.

Y volviendo al relato, fueron entonces estos seres estelares, los primeros en rendirle homenaje a aquel que, teniendo el mismo nivel que ellos, venía a la Tierra, para llegar a ser más que ellos.


LOS MAGOS DE LA HERMANDAD BLANCA

Pasaron dos años en que la familia —debido al portento vivido en el lugar—, se había radicado en Belén. Fue entonces que llegaron a Judea los llamados Magos de Oriente, miembros de la Hermandad Blanca de los Retiros Interiores.

Ellos venían siguiendo una misteriosa estrella, que no era otra cosa que una nave portadora de los Mensajeros del Cielo, de los Ángeles de Antiguo, la que terminó deteniéndose sobre el lugar donde la familia vivía. Hasta allí fueron aquellos hombres santos que habían partido hacía dos años desde Mesopotamia, después de haber realizado toda suerte de cálculos astrológicos. Venían trayéndole al niño objetos que le habían pertenecido en su vida anterior, los cuales el pequeño Yeshúa Ben Yusef, tal era su nombre, pudo reconocer sin dificultad, de entre otros más atractivos. Fueron suficientes los cálculos y las sincronías para saber que él era el enviado, el liberador, el Mesías esperado; aquel ungido desde antiguo para sacar a la Humanidad del único Pecado Original que arrastra, que es la ignorancia. A continuación, los Magos Maestros entregaron a la familia recursos económicos para que se pudieran radicar en Egipto durante algunos años, para preservar así la vida del niño. Después de esto, alabaron a Dios y se regresaron por otro camino, conscientes que se había iniciado un Tiempo Nuevo lleno de Esperanza, y que algún día la Humanidad lo entendería y asumiría el reto de su propia Cristificación.

Como un dato adicional, para comprender mejor la Misión de Jesús, debemos recordar que vivimos en un Universo Material de 7 Dimensiones, por lo cual poseemos 7 Cuerpos para actuar en aquellas dimensiones. La mayoría de los individuos que habitan nuestro mundo son Seres 3.3, lo cual significa que se mueven dentro de la Tercera Dimensión con sus 3 primeros vehículos: el Cuerpo Físico, el Astral y el Mental Inferior, que es el carácter y la personalidad. Pero Jesús era un 3.6, habiendo llegado a desarrollar en vidas anteriores su Conciencia Espiritual que es la Sexta Dimensión de la Conciencia; mientras que los extraterrestres que nos visitan son Seres 4.4 y 4.5, esto es, que se mueven en una Cuarta Dimensión viajando a través del Tiempo y del Espacio, y con una conciencia de su potencial psíquico en adelante. Los que asistieron el nacimiento del Maestro Jesús eran Seres 6.6.

Después de su Resurrección, Jesús pasó a ser un Ser 4.7, nivel éste de Séptima Dimensión de la Conciencia que nadie había alcanzado hasta ese momento, abriendo la puerta a realizaciones mayores de la propia Humanidad. Veamos esto en las siguientes líneas.


EL NIÑO, EL HOMBRE Y EL CRISTO

La familia abandonó sigilosamente Belén y la provincia, trasladándose a Alejandría, en Egipto, ubicándose junto a los Esenios Alejandrinos conocidos como los Terapeutas, donde permanecieron hasta que el niño cumplió los 5 años de edad, considerando entonces el momento de volver y estableciéndose por espacio de un año en una tienda de beduinos junto al Monasterio de Qumrán, a orillas del Mar Muerto, recibiendo así la familia, especialmente el niño, una educación y orientación especial basada en la búsqueda de la verdadera pureza, la perfección y la bondad.

La historia de los Esenios data de 200 años antes de Cristo. En ese entonces se les conocía como Nazir, Nazireos o Nazareos («Separados»), y formaban pequeñas comunidades asentadas a orillas del Mar Muerto y cerca de las grandes ciudades como Tiberíades y Caná, donde vivían observando fielmente los Mandamientos de la Ley mediante votos de pureza, celibato y servicio a Dios.

Entre los años 175 y 150 antes de Cristo, la secta se estableció en las ruinas de un fuerte construido por los reyes Ezequías y Josías. Hacia el 137 a.C. arribó un segundo grupo, los llamados «Sacerdotes de Sadoc», procedentes de Leontópolis (Egipto), donde se había establecido una colonia judía en el año 154, bajo la protección Onías III. Este grupo se consideraba sucesor en línea directa del Sumo Sacerdote Sadoc y se sabe que los manuscritos bíblicos que obraban en su poder sirvieron de patrón para los trabajos de los copistas de Qumrán. El fundador del movimiento espiritual fue Moreh Sedeq, el «Maestro de la Justicia», quien fue el restaurador de la Ley de Israel y fundador de la Comunidad de la Alianza, cuya misión era recuperar la esencia de la doctrina a través de una vida espiritual.

Posteriormente, José y su familia, se instalaron en forma definitiva en lo que conocemos como Nazaret, en donde existía una pequeña aldea de familias esenias que tenía talleres y atendían con sus servicios profesionales a otros pueblos y aldeas cercanas; entre esos talleres estaba el de carpintería y ebanistería de José. Allí Jesús trabajaba junto a sus hermanastros, y desde ese lugar realizó algunos de sus viajes de preparación, recordando con ellos iniciaciones pasadas. 

Desde los 17 años, él alternó temporadas de trabajo en la carpintería con esporádicas convivencias con los Esenios, algunos viajes con caravanas a Mesopotamia, Persia, Afganistán, el Himalaya y la India. Durante ese tiempo tuvo repetidos contactos y Encuentros Cercanos Físicos con los Vigilantes y Guardianes Extraterrestres, la Hermandad Blanca de los Retiros Interiores, maestros de diversas religiones y escuelas, pueblos exóticos y realidades crueles y duras, así como innumerables experiencias a niveles astrales y espirituales que lo prepararían para enfrentar su misión y la tentación intrínseca que ésta llevaba.


LA TENTACIÓN DEL FALSO REINO

En sus 40 días de aislamiento en el desierto, durante los cuales ayunó y se preparó para lo que sería su misión pública, Jesús fue tentado por los Demonios, por las Fuerzas Oscuras del Planeta. Le dijeron:

—Si tienes hambre, ¿por qué no conviertes las piedras en panes? 

Más, él les contestó: 

—No sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra salida de la boca de Dios. 

Con esto, les dio a entender que uno puede dejar de comer, pero no de respirar, porque la Palabra es el aliento..., el aliento es la respiración.

Luzbel lo llevó a la cornisa del Templo de Jerusalén, y le dijo: 

—Arrójate, ya que si vas a empezar una Misión tan peligrosa, es mejor que sepas desde ya, qué tan cerca realmente está Dios de tu vida. 

Jesús le contestó: 

—Escrito está: «No tentarás al Señor, tu Dios». 

No le está diciendo: «No me tientes a mí, yo soy tu Dios», sino que no va a caer en el juego de tentar a Dios que le demuestre lo cerca que está de Él.

Después, Luzbel lo llevó a lo alto de una montaña y, mostrándole todo lo que tiene debajo, le dijo que todo eso le dará si se postra ante él y lo adora. Jesús volvió a contestarle, diciendo:

—Escrito está: «Sólo ante Dios te postrarás, y sólo a Él adorarás«». 

No le está diciendo «Nooo, adórame a mí». Naturalmente, esa era la respuesta de un ser como él, que no iba a caer en el juego de la vanidad o de los egos, teniendo por ese entonces ya mucho más claro el rol al cual se había comprometido.


MIGUEL: EL RESPLANDESCIENTE QUE CONVIVIÓ CON EL HIJO DEL HOMBRE

No fue precisamente en el momento en que Juan Bautista lo bautizó en el Río Jordán en que se incorporaría el Hijo de Dios en el Hijo del Hombre. Esto sucedería gradualmente después, cuando comenzó a reunir a sus discípulos. Jesús brindó sus 7 Cuerpos para que en un Octavo Superior, un Ser Ultraterrestre procedente de la Octava Dimensión en adelante, contribuyera a marcar el camino de la Humanidad.

El Cristo Cósmico señala a aquella Entidad del Universo Mental que, asumiendo su parte en el Plan, convivió los 3 años de la vida pública de Jesús, con él y en él. Ese ser es aquel que todos conocemos como el Arcángel Miguel, uno de los Resplandecientes Padres Creadores de Universos, que no es Dios, sino una manifestación de Él, como lo somos cada uno de nosotros también.

Además, para Jesús, por muy espiritual y evolucionado que fuera, naturalmente le resultaba difícil convivir con el conocimiento de la trama final de su existencia, por lo que esta Entidad Superior lo apoyó para que pudiera vivir con ese conocimiento y así poder enfrentarlo.

Antes, durante la etapa de preparación, Jesús tenía una idea de lo que sería su proceso, pero al iniciar su vida pública, llegó la información exacta y el detalle de cuanto le iba a acontecer. Era como una visión tenebrosa que le producía una carga angustiosa excesivamente pesada. De allí la solidaridad manifestada en Miguel, quien también requería sentir esta Dimensión, y todo cuanto aquí se ha gestado. Recordemos que lo bueno y lo malo ha procedido de los mismos Padres Creadores del Universo Mental, que por haberse acercado mucho a su Creación, hoy se encuentran divididos y enfrentados.

El Amor, de ser vivenciado en su real dimensión y magnitud, es capaz de conectar Universos Paralelos y proyectarlo a uno mismo a Dimensiones Superiores, transformándolo. Esta conciencia se manifiesta también cuando un ser eleva su vibración a tal punto, que despierta sus potencialidades, descubre su capacidad de actuar a través de sus 7 Cuerpos, de los Planos y de Dimensiones de Conciencia. Y siempre esa actuación es en función del servicio a los demás.

Durante sus 3 años de vida pública, Jesús transmitió un mensaje de liberación a través del Amor y la Verdad. Decía que el Reino de los Cielos es un Estado de Conciencia al que se puede acceder por medio de la Voluntad y la Fe, para sobrevivir a la muerte mediante una Nueva Alianza de lo Eterno y lo Interno.


EL DESENLACE Y LA VICTORIA

Jesús pudo soportar la inmisericorde flagelación así como toda la angustia, el desaliento y el miedo, por cuanto no estaba solo, pero no por ello dejaba de sentir o sufrir, si no sería menos meritorio su sacrificio. Pero Miguel sí dejó al Hijo del Hombre, separándose de él en el momento de la cruz. Es durante la agonía de la Crucifixión que Jesús expresó su inquietud porque se sintió solo y abandonado, pero era necesario que así fuese para que el ser material pudiese morir y él mismo, procurase —con gran esfuerzo y supremo mérito—, sellar su gran triunfo espiritual, alcanzando la Séptima Dimensión de la Conciencia, en un acto de amor de inigualable repercusión cósmica. La expresión violenta de su muerte era porque la Humanidad debe conmoverse frente a la injusticia, aprendiendo a ser solidario, y porque muchas veces se puede medir el valor y la importancia de las cosas en función del rechazo y la contradicción que producen.

Tras su muerte, el cadáver de Jesús fue llevado por José de Arimatea, Juan, Nicodemo y algunos sirvientes hacia el Huerto de Getsemaní, que colindaba con una caverna en donde José había hecho excavar un sepulcro para él y sus descendientes. El Domingo, al tercer día de su muerte, y mientras los soldados romanos hacían guardia a su tumba, sucedió el portento. Su cuerpo comenzó a levitar. De cada una de sus células salió un haz de luz, como los fotones que acompañan el nacimiento de una estrella, y la vibración alcanzada, que superó la velocidad de la luz, provocó el desplome de la piedra que servía de entrada al sepulcro. En ese instante, en medio de un gran resplandor, el cadáver de Jesús se desmaterializó proyectándose al Hiperespacio.

Los miembros del Sanedrín, al enterarse de lo que vieron los soldados romanos en la tumba, se apuraron a buscar a un impostor. Buscaron entre los miles de peregrinos llegados a Jerusalén por la Pascua, alguien que se pareciera lo más posible a él, y después de convencer al escogido con una cuantiosa suma de dinero, fue enviado en una caravana fuera de Judea, lo más lejos posible, diciendo por el camino que él era Jesús, que lo habían querido matar, pero que él se había escabullido. Este farsante se radicaría en Srinagar (Cachemira), un lugar que era un enclave caravanero y sede de una comunidad judía. Allí vivió y murió, cometiendo un pequeñísimo pero importante error, como fue el de casarse... Jesús, como Nazir, había hecho votos de celibato. Y es que conociendo el proceso llevado a cabo, hubiese sido una irresponsabilidad haberse hecho de este tipo de vínculos.

El Maestro convivió con los apóstoles 40 días más, como una purificación y cuarentena frente a lo que sería su misión hacia el mundo, distribuyendo roles y responsabilidades. A Juan, el llamado Discípulo Amado, por ser el más joven y en cierta manera el hijo espiritual de Jesús, lo dejó encargado de la Gran Hermandad Blanca de la Tierra, mientras que él se preparaba para cumplir la promesa de su Regreso o Gran Retorno como El Cristo Cósmico.

Pudiendo haber maldecido a sus captores o a quienes le abandonaron y traicionaron, Jesús aprovechó e intercedió el perdón por todos ellos en un trascendental y definitivo acto de amor. Este triunfo sobrehumano le dio tal fortaleza espiritual, que posteriormente, vivió una Resurrección Física y posterior elevación en las naves de la Confederación Galáctica hacia el centro del Grupo Local de Galaxias. Allí, fuera de nuestro tiempo, pero representándolo, conectó con el Real Tiempo del Universo.

Tras predicar la Doctrina del Amor durante 3 años, llevó su mensaje hasta las últimas consecuencias, transformando su martirio en un triunfo espiritual de insospechadas consecuencias para la Humanidad. Así, el Maestro marcó el camino y ahora es responsabilidad de todos, encontrar la vía para aplicarlo en nuestras relaciones y en lo cotidiano de nuestras propias vidas.

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